Cursos luxemburgueses
Hoy he asistido a un curso realmente soporífero. Pensaba que ya había llegado al límite de aburrimiento en los cursos obligatorios con los que castigan a todos los novatos para que si se arrepienten de haber buscado trabajo aquí, lo hagan pronto. Pero no; los cursos voluntarios, que se suponen más profesionales, son igualmente memorables (al menos los que he hecho hasta el momento).
El de hoy iba de presupuestos. Durante la primera hora tuve que hacer esfuerzos titánicos por mantener los ojos abiertos. Me consolaba ver frente a mí a un jefe de unidad, al que conozco bien, que dormía plácidamente sin el más mínimo aparente remordimiento.
Yo esperaba un curso práctico, pero este fue más bien un ladrillo. La documentación era aburrida e incomprensible y los ponentes, aunque bien intencionados, nunca deberían haber salido de sus respectivos despachos. Cada uno vale para lo que vale ¿o no? Estos se limitaban, como hacen muchos, a leer las dispositivas y a responder confusamente a las preguntas también confusas que hacían los pobres oyentes despistados.
Al menos los cursos de novatos están diseñados para inteligencias inferiores a la media normal, por lo que uno se entera; se aburre, pero se entera. Estos eventos, que suelen ser multitudinarios, son en realidad una excusa para promover la socialización de las nuevas incorporaciones. Tiene algo positivo, porque conoces gente y a la larga consigues extraer información útil.
El más característico de los cursos para novatos es una joya de la imaginación cuyo programa asusta un poco, ya que hace pensar que uno de pronto pertenece a una secta en la que sus acólitos deben considerarse una gran familia. Ese prodigio dura cuatro días completos, en los que se analizan condiciones de trabajo, se hacen teatros (performances, vaya) representando cómicas situaciones laborales, aquellas que si te ocurren algún día te dejan en la miseria, se comentan ñoñerías como aquella de si uno prefiere colegas masculinos o femeninos, o qué ocurre si alguien se lía con otro del mismo departamento. Grandes cuestiones filosóficas de la humanidad.
Por supuesto, todo ello se hace en grupos, y aquí viene el chiste: “Un francés, un inglés y un español…” Solo que con los tiempos que corren por aquí la situación ha cambiado un poco y ahora es “Un lituano, un eslovaco y un húngaro…” Porque en la lista de asistentes soy casi la única que tiene un apellido legible para un ibérico.
Los cursos de idiomas, en cambio, están muy bien. Esta semana terminé un nivel de inglés, la próxima comienzo un semi-intensivo de francés y cuando acabe éste, volveré al inglés. Pronto dominaré el Frenspanglish. ¡Qué divertido!