Domingo de paseo
Los domingos son días de paseo. No se puede hacer otra cosa más que comprar el periódico y deambular por las calles. Llama la atención el tiempo que duran las campanadas de las iglesias, se tiran media mañana sonando. A Félix le hace mucha gracia, dice que parece que están llamando a los fieles uno a uno “tú, sí, el de la camisa a rayas, anda pa’dentro, que he visto que te querías escaquear…” Pero a mí me gusta el soniquete de las campanas y de los carillones, aunque a veces desafinen un poco.
Otra curiosidad de la ciudad es el tiempo que tardas en cruzar un semáforo. Por supuesto, si no le das al botón ese de “peatón pulse” , que yo siempre pensé que estaba de adorno, no es solo que tengas que esperar; es que no se pone verde nunca. Así que si ves que tu autobús está en la parada de la acera de enfrente no te molestes en correr, ya lo has perdido. Y no se te ocurra cruzar por las buenas porque aquí, los luxemburgueses corren que se las pelan. Uno no se puede arrimar a la calzada así como por despiste; tiene que tener cuidado de retraer los dedos gordos de los pies, por lo que pueda pasar. Parece el escenario de Starsky y Hutch: precisamente hoy he visto a la policía en plena acción, algo que realmente no es habitual, y las ruedas chirriaban en las curvas como en las películas.
Eso sí, ven un paso de cebra y frenan vayan a la velocidad que vayan. A veces uno hasta se siente culpable de ocasionar ese gasto de neumáticos por el simple hecho de querer cruzar la calle.
Hoy, como todos los días libres que tengo, he agarrado mi cámara de fotos y he hecho unas cuantas. Creo que Luxemburgo está en el ranking de ciudades más fotografiadas gracias a mí y a las hordas de japoneses que llegan cada fin de semana. Siempre hago las mismas fotos, pero es que el paisaje de Luxemburgo me gusta mucho, y cada día me parece diferente. Hoy he seleccionado algunos de mis rincones favoritos. Hasta la próxima.
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