Silvia en Lux

Aprobé unas oposiciones para la Unión Europea y me mudo a Luxemburgo, ¡qué bien!............. ¿¿¿QUÉ BIEN??? Aventuras y desventuras de Silvia en las europas

08 enero 2006

Gateau des rois


Hoy hemos comprado un Gateau des Rois para probar el roscón de reyes versión luxemburguesa. Es diferente del nuestro, yo creo que bastante más rico, pero también lleva una figurita en el interior y quien la encuentra puede colocarse la corona en la cabeza con orgullo. En este pastel sin embargo, no hay haba para que algún desgraciado tenga que costear el pastelito. Félix tuvo curiosidad por saber algo más acerca de los orígenes de esta tradición. Y esta es la historia.

Roscón de Reyes


Este dulce, uno de los más antiguos de Navidad, tiene un origen pagano. El Imperio Romano celebraba la llegada del año nuevo el 1 de marzo. Los romanos atendían a las leyes del tiempo, porque al llegar la primavera desbordaban de vida árboles y plantas, y la luz aumentaba, lo que hacía creer que comenzaba un nuevo ciclo anual. En aquellos tiempos, desde mediados de diciembre a finales de marzo tenían lugar las fiestas de invierno, durante las cuales Roma celebraba la protección de sus dioses. Años más tarde la Iglesia logró cristianizar esas fiestas paganas superponiendo la fecha del nacimiento de Cristo al solsticio de invierno. Con motivo de aquellas fiestas se elaboraban unas tortas redondas hechas con higos, dátiles y miel que se repartían entre plebeyos y esclavos. En su interior se introducía una haba seca y al afortunado al que tocaba la legumbre era nombrado rey de reyes durante un corto periodo de tiempo. Hacia el año 1000 la Iglesia había logrado transformar el espíritu primitivo de la fiesta de tal modo que en diversos lugares de Francia la figura del "rey haba" recaía sobre el niño más pobre de la ciudad. Felipe V importó en España esta tradición del rosco como culminación de las fiestas de Navidad, desprovisto de todo simbolismo y cubierto de
frutas escarchadas con alguna sorpresa escondida en su interior.

Más idiomas no, gracias

Hoy hemos ido a un restaurante italiano que queríamos conocer desde hace mucho tiempo porque está siempre lleno hasta la bandera. Nos parecía que debía ser una maravilla, dada la gran afluencia de público que encontrábamos allí cada día. En varias ocasiones habíamos intentado entrar y no había habido forma, pero hoy el maitre (un auténtico maitre) nos ha dicho que podíamos volver media hora más tarde y que entonces nos daría una mesa. Así hicimos y por fin conseguimos comer allí. El ambiente del restaurante era curiosísimo, más que un sitio de comidas parecía un club social, todos se conocían y se daban besos (algunas veces dos, otras tres y, en alguna ocasión, hasta cinco). Me daba hasta envidia, y me quedé con ganas de saber qué era lo que había que hacer para ser cliente habitual de este lugar tan poco luxemburgués, en el que la gente hablaba alto y se besaba de forma nada habitual en esta tierra.

Ahí estábamos Félix y yo, alucinados, observando al personal, al camarero simpático que le daba collejas a los niños, a los dos maitres (dos tipos casi iguales) insistiendo en colocar el abrigo a cada cliente, a las visitas que se hacían los comensales de unas mesas y otras… Era como estar en otro mundo. Para colmo, los clientes eran de lo más variopintos, había señoras mayores encopetadas de los pies a la cabeza, familias enteras con un aspecto mucho más sencillo, parejas jóvenes, e incluso jovencísimas, otras parejas mayores y bastante elegantes. Y los maitres daban besos sonoros a todos, sin distinción y la gente se saludaba de una mesa a otra como si se conociera de toda la vida.

Intentábamos encontrar un motivo para ese ambiente festivo, pero, la verdad, no se nos ocurría. En un momento dado, pensamos que incluso podría tratarse de una comunidad italiana o similar y Félix sugirió algo así como que sería bueno aprender un poco de italiano. Ufff, es lo que me faltaba, bastante tengo con el inglés y el francés. Menuda ironía, con lo mal que se me han dado siempre los idiomas, ahora me veo viviendo aquí, en esta torre de Babel, donde a veces para ser aceptado deberías hablar francés, otras luxemburgués, y tal vez un poco de portugués en según qué barrios. Italiano no, gracias. O por lo menos, no en esta vida.

Glécklecht neit Joër


O, lo que es lo mismo, feliz año nuevo, que el título raro de este blog está en luxemburgués. Hola otra vez, después de la larga pausa navideña. Da pereza empezar con la rutina, a pesar de todos los buenos propósitos de año nuevo, pero es el momento adecuado para hablar de las tradiciones navideñas, antes de que se me olviden por completo.

Es curioso lo diferentes que son las tradiciones de Navidad en cada región. Por ejemplo, en Bélgica trae los regalos San Nicolás que, al parecer, viene en barco desde Madrid… Sí, he escrito bien, este señor, que tiene pinta de Obispo flacucho, navega cada año desde Madrid, aprovechando los charcos, para llegar el 6 de diciembre puntualmente a las casas de los niños belgas cargado de regalos. En Francia, Santa Claus, el tradicional, el gordito del gorro rojo, es el que viene el 24 de diciembre, y también en Alemania. En Luxemburgo, este país compuesto de influencias de aquí y de allá, imagino que hay de todo y que San Nicolás, Papá Noel y los Reyes Magos son ya amiguetes y se encuentran cada año en la plaza Guillaume para tomar un vasito de vino caliente.

Hablando de vino caliente, esta es una de las cosas típicas que uno puede tomar en un mercadillo navideño. En el de Trier es lo único que se puede tomar, lo hay con alcohol y también sin él, en versión infantil. Además del vino, se pueden encontrar salchichas, hamburguesas, galettes de pommes de terre (una especie de masa frita de patata y cebolla que nos ha gustado mucho), brochetas de fruta cubiertas con chocolate, gofres y todo tipo de chucherías.

A pesar de que los habitantes de cada país defienden que su mercadillo es mucho mejor que los demás, son bastante parecidos, si bien hay que reconocer que los alemanes son más alegres y están mejor decorados. En todos ellos hay puestos de comida, otros de adornos navideños y luego algunos otros con artículos de regalo de lo más variado, en los que se pueden encontrar desde cajas de madera hasta gorros de lana. En fin, que están muy bien y que a ver quién se anima el año que viene.